viernes, 30 de mayo de 2014

¿POR QUÉ? La violacion como arma de guerra en el Congo


Por Inspiración Femenina

Hace una semana publicábamos una entrada sobre cómo la mujer ha sido utilizada como arma de guerra. Ayer, en el blog del pais Planeta Futuro, se publicaba una conmovedora ilustracion de lo que está sucediendo en el Congo con sus mujeres, y como están siendo utilizadas como campo de batlla.
La reportera congoleña Caddy Adzuba ha realizado un video en el que relfexiona y explica las causas que hay detrás de esta guerra y de la utilización de sus mujeres como armas de combate.
Aqui os cmpartimos este video:




Y aqui os dejamos la noticia del Blog Planeta Futuro:

La violación como arma de guerra

Las guerrillas de la RDC han usado el cuerpo de las mujeres para destruir la sociedad


la periodista Caddy Adzuba en un vídeo de la artista Ouka Leele



Una familia está cenando en su casa. Irrumpe un grupo de hombres armados, viola a la mujer en presencia de su marido y sus cinco hijos, le introducen armas y objetos cortantes en la vagina, obligan a los menores a tener relaciones sexuales con ella y descuartizan al padre delante de todos cuando intenta evitarlo. La escena es real, un ejemplo que se ha repetido miles de veces en la República Democrática del Congo (RDC) en una guerra atroz donde el cuerpo de la mujer es el campo de batalla.
El relato anterior lo cuenta la periodista Caddy Adzuba en un vídeo de la artista Ouka Leele. Y no acaba ahí. La mujer y los niños fueron trasladados al bosque, donde permanecieron semanas. Ella, tras días sin verlos, preguntó por sus hijos. Los soldados le lanzaron una bolsa con cinco cráneos a modo de respuesta. “¿Por qué?”. Es lo que se preguntó esta víctima y también el título de la obra de Leele (PourQuoi?), que pretende concienciar de las atrocidades que se han sucedido en el este del país desde hace dos décadas a cuenta de la explotación de los minerales.
En la RDC hay quien dice que cuando Dios estaba haciendo el mundo dejó esta zona para el final y lo sembró de todo lo que le sobraba: oro, diamantes, madera, petróleo y el apreciado coltán, indispensable para toda la tecnología que usamos (móviles, ordenadores, tabletas). Es la explicación que daba la abuela de Papy Sylvain Nsala para argumentar la enorme riqueza natural del país, tal y como cuenta este sociólogo congoleño. El pasado martes compartió mesa con Leele en una charla sobre el conflicto de la RDC en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde ha estado expuesta la obra de la artista hasta hace unos días.
¿Por qué? Se cuestiona Leele. ¿Por qué? Le preguntaba la mujer a los soldados. La explicación es tan bárbara como el resto de la historia: “Has estado comiendo carne todo este tiempo, no pensarías que íbamos a cazar para ti”. Cuando pidió que la matasen para acabar con el sufrimiento se negaron. “Sería demasiado fácil para ella”, reflexiona Adzuba.


Pero si la pregunta es por qué ese ensañamiento contra alguien que estaba tranquilamente en su casa con su familia, que no había participado en conflicto alguno ni conocía de nada a aquellos hombres que irrumpieron en su hogar, la respuesta es otra. Se estima que más de medio millón de mujeres han sido violadas en la RDC en los últimos 20 años (el 70% en sus domicilios), una cifra que convive con otras igualmente trágicas: más de seis millones de muertos y tres millones de desplazados. Desde el genocidio en Ruanda en 1994, el país vecino vive en un estado de conflicto prácticamente permanente, alentado según la ONU por la propia Ruanda, que se beneficia de un barato expolio de sus recursos naturales: la zona está sembrada de suculentos intereses para empresas y países de todo el mundo. El pasado noviembre, los rebeldes del M23, la principal guerrilla, proclamó el alto el fuego, pero existen decenas de grupos menores que continúan luchando.
Esto sigue sin explicar por qué son ellas las que pagan el pato. Según Nsala, desde la crisis de los noventa, es ella la que comenzó a sacar adelante la sociedad. Era responsable de la familia y de la economía. “Las guerrillas saben que si quieren destruir a un pueblo tienen que destruir a la mujer primero”, relata.
El sufrimiento no acaba en la violación. Ni siquiera en las secuelas físicas que deja de por vida, ya que introducen en la vagina cuchillos, trapos sucios, objetos infectados, piedras… Sigue después porque una violación es un tabú para la sociedad, que le da la espalda a quien la ha sufrido, incluido su marido, que no suele soportar tal mancha ni se arriesga a contagiarse de las probables enfermedades de transmisión sexual que su pareja ha contraído.
El fenómeno no es nuevo. El conflicto de Ruanda ya dejó entre 250.000 y 500.000 mujeres violadas. Anteriormente a esta guerra, las agresiones sexuales se consideraban prácticamente un daño colateral, según explicó Alicia Cebada, profesora titular de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Carlos III, que participó en la mesa redonda junto a Nsala y Leele. Pero esta sangría sirvió para concienciar a la comunidad internacional. En el año 2000, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó su resolución 1325, que insta a la protección de las mujeres y niñas en los conflictos y a la inclusión de una perspectiva de género en los mecanismos de prevención, gestión y resolución de los mismos. Pero como se constata en el caso del Congo, no siempre se cumple. Por eso, la activista Caddy Adzuba está recogiendo firmas para instar a la comunidad internacional a que se cumpla.


martes, 20 de mayo de 2014

Asesinos sin honor


20.000 mujeres mueren cada año a manos de sus familiares en todo el mundo, víctimas de los denominados “crímenes de honor”

Su único delito es su valentía, la de contravenir la tradición y la costumbre


Unas 20.000 mujeres mueren cada año a manos de sus familiares en todo el mundo, víctimas de los denominados “crímenes de honor”. Son tiroteadas, apuñaladas, degolladas, lapidadas, envenenadas, decapitadas, electrocutadas, quemadas o enterradas vivas como castigo a su comportamiento, entendido como impío, inmoral, indecente o pervertido. Sólo su sangre, dicen sus asesinos, puede limpiar la reputación del clan. El delito de estas mujeres es su valentía: la de contravenir la tradición y la costumbre, bien sea defendiendo su derecho a vestir de una manera, a estudiar una carrera, a dedicarse a un empleo mal visto entre los suyos, o eligiendo una vida sentimental y sexual libre, renegando de los matrimonios forzados, de las alianzas que se tornan en palizas e insultos, de las expectativas de su comunidad.
Cariño y oxígeno es lo que buscaba Tamar Zeidan, una joven de 32 años asesinada en diciembre en una tierra, Palestina, donde las muertes por honor se han duplicado en un año, pasando de las 13 de 2012 a las 27 del pasado 2013. Van cinco en lo que llevamos de año. Su caso aún se narra en voz baja en su pueblo de Deir Al Ghusun, poco más de 8.000 habitantes, cerca de Tulkarem (Cisjordania). Su padre, Munther, la estranguló mientras dormía la siesta. Lo hizo después de que se colgara en las cinco mezquitas del pueblo un comunicado, firmado por 51 allegados, en el que se exigía “el restablecimiento de la moral” en la familia tras los “actos vergonzosos e indignantes” que Tamar había protagonizado.
Tamar Zeidan fue estrangulada por su padre para “el restablecimiento de la moral” en la familia. / POLICÍA CIVIL PALESTINA
La joven, casada a la fuerza a los 15 años, llevaba cuatro años divorciada y había regresado a su hogar paterno tras tener que renunciar a la custodia de sus tres hijos. Desde el pasado verano, se había encontrado en algunas ocasiones con Iyad Nalweh, un hombre que la pretendía como segunda esposa. Iyad fue visto una noche a las puertas de la casa de Tamar. Unos vecinos se acercaron a atacarle o “proteger el honor” de la joven, según sus alegaciones ante la Policía. La disputa acabó con detenciones varias, Tamar exiliada en casa de su hermana en Ramala y un rumor, potente, que decía que la pareja llevaba tres días encerrada en la vivienda, sola, sin más testigos de sus actos. “Eso no es posible. Yo estaba ingresada en el hospital y ella estaba conmigo. Sé que era mentira”, relata su madre, Laila, con la voz ronca y cansada.
Pese a su certeza, a su absoluta confianza en el “buen” comportamiento de su hija menor, siguieron corriendo los panfletos y las amenazas. Su propia familia extensa amenazaba con desterrar a los Zaidan si no reprendían a su hija. Comenzaron encerrándola en casa y quitándole el teléfono móvil, confiesa la madre. A la jauría no le parecía suficiente. “Empezaron a decir que mi marido estaba loco. Iban a lograr nuestra ruina”, trata de justificar la madre. La “presión”, dice, era mucha, y Munther decidió matar a la joven. “No quería hacerlo. Tuvo que ceder”, repite la madre. Entre los que azuzaron el castigo estaba un legislador local, Abed Al Rahman Zeidan, familiar y miembro de Hamás, quien dijo a la Agencia Maan que su objetivo era “proteger las costumbres conservadoras y tradicionales de la familia”. Una tía de Tamar hizo una fiesta el día de su funeral, cuenta una vecina de los padres, Suha. La “vergüenza” de la familia había volado, a su juicio.
La periodista Rana Husseini, autora del libro Asesinato en nombre del honor, escribe que estos crímenes no tienen una raíz religiosa, como suele pensarse en Occidente, sino meramente “cultural”, que se basa en códigos de moral y en una serie de comportamientos bendecidos o demonizados dentro de un clan o una tribu, con grados de lo que se entiende por “honorable”. Husseini se topó con esta realidad como redactora de sucesos en el diario The Jordan Times. Un tercio de las mujeres asesinadas en Jordania lo son a manos de sus familiares. La autora ha podido constatar que los casos se dan entre personas de todo credo, formación y clase social, pero donde sigue interiorizada la idea de que la mujer es “propiedad” de la familia y un mero rumor o sospecha es ya un pecado que redimir. Para ella, víctimas son las muertas y también, en no pocas ocasiones, quienes las ejecutan, atrapados por la disyuntiva de deshonrar aún más a la familia si no atacan o de ser un héroe y matar a un ser querido.
Frente a la violencia doméstica convencional, en estos casos se pasa del control del individuo, del esposo o del marido, al de la “colectividad”, por lo que hay un alto número de autores potenciales de la muerte, de testigos y también de cómplices. Y como los problemas no se pueden airear ni hay una red del Gobierno especialmente protectora ante unos casos que son “tabúes”, no hay una estructura policial, fiscal o judicial a la que acudir. “Tienes que acusar a quien adoras. Es muy difícil”, reconoce Alima –nombre ficticio-, una joven palestina que prefirió exiliarse a denunciar. “¿A qué Policía se lo contaba que no conociese a mi familia? ¿Quién me iba a dar cobijo?”, se pregunta. Alima no quería casarse con el primo lejano y pudiente que le habían buscado. Quería hacer lo que hace ahora: estudiar Derecho. “No quería tener cuatro hijos con 22 años, como mi madre. Quiero aprender y ver mundo. Y elegir mi pareja. Soy religiosa y cumplidora. Lo que no entiendo es la imposición”, dice vía correo electrónico.
SAMAR HAZBOUN
Mi madre murió cuando era pequeña. Nunca pude encontrar ninguna prueba de su vida. Después, descubrí que mi padre la había asesinado porque ella le había traicionado. "La hija de una puta", así es como él se refería a mí. Me pegaba y rociaba la cara con un spray con pimienta.Decidí suicidarme y salté por la ventana". Raghad, Palestina.
La desprotección es casi absoluta, apenas prestan apoyo algunos centros de acogida, la mayoría privados o de iniciativa religiosa, como el de las Hijas de la Caridad de Belén, hasta donde acuden chicas escapadas de sus casas, embarazadas en la mayoría de los casos, buscadas para morir después de hacer sido víctimas de violaciones –de desconocidos o allegados- porque el abuso se entiende también como una actividad sexual ilícita. Iskandar Adnon, trabajador social del centro, indica que muchas de las jóvenes llegan tras haber tomado hierbas abortivas, usando vendas y fajas para tapar su gravidez. A veces caminan por toda Cisjordania, temerosas de tomar un autobús y toparse con un conocido, en un intento desesperado por lograr el anonimato y la libertad. De vez en cuando atienden a mujeres con cicatrices tras uno o varios intentos de suicidio, incitadas a matarse por el bien de la familia o desesperadas por su persecución. En su memoria, los casos que no pudieron atender a tiempo, como el de una muchacha con discapacidad mental violada en Hebrón y asesinada porque llevó la “sospecha” a su casa, de la que habían sido avisados pocas horas antes del crimen. También han recogido de la calle a bebés abandonados con notas que explican la muerte de sus madres, hijos de los que sus tíos o abuelos reniegan.
“El mayor problema es de educación –resume Adnon, vehemente–. Hay que cambiar ese concepto tribal de que una mujer daña a su entorno y de que se pueden controlar sus elecciones y su cuerpo. A veces es complicado porque la mujer, además, tiene un uso de negocios, de trueques y alianzas, pero ese patrón no sirve en el siglo XXI. Y el otro problema es la impunidad”, añade. La mayoría de códigos penales de los países más tolerantes con esta carnicería se aferran a leyes arcaicas que apenas imponen unos meses de pena. En el caso de Palestina, en 2011 se remodeló la norma, que contemplaba seis meses de condena por muertes de honor, pero aún quedan restos en el articulado, vestigios del Imperio Otomano, a los que se aferran los agresores, que a lo sumo cumplen un par de años de pena.
SAMAR HAZBOUN
Mis padres solían pelear todo el tiempo. Cuando disgustaba a mi madre, él (mi padre) me pegaba. Tenía miedo de él todo el tiempo. Me agarraba por el pelo y me golpeaba la cabeza contra la pared. Si lo recuerdo, no puedo dormir. Casi me asfixia cuando me metió la cabeza en el inodoro y tiró de la cadena". Nadine (palestina), quien se niega a referirse a su padre como "papá".
En Gaza –donde el 22 de febrero cayó la última joven, Islam Al Shami, 18 años, apuñalada en el cuello mientras rezaba, a manos de su propio hermano, por supuesta causa de honor– nadie ha pagado con más de tres años, informa Raji Sourani, director del Centro Palestino por los Derechos Humanos (CPDH), quien constata que a veces el crimen se le encarga a un niño de la familia para que, así, no pase de unos meses en el reformatorio. En Jordania la condena media es de siete meses y medio, aunque al menos ya se debate el tema públicamente, gracias al interés tomado por la hoy reina viuda de Jordania, Noor, que rompió la “conspiración de silencio”, como la llama Husseini; las penas aún no se han modificado.
“Los indultos y las suspensiones de penas son comunes. Hace falta un cambio total de la ley”, defiende Hanan Ashrawi, miembro del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que exige a su compañero, el presidente Mahmud Abbas, una apuesta clara contra estos crímenes. En Palestina la repuesta suele ser, se duele Ashrawi, que hay cosas más importantes por las que luchar, como la ocupación israelí. “Estamos luchando por la libertad y la dignidad humana. ¿Cómo se puede privar a la mujer de estos derechos?”, se indigna. Surayda Hassan, directora general del Comité Técnico de Asuntos de la Mujer, reconoce el repunte en las muertes, pero dice que “no está claro” si se debe a que hay más crímenes o es que ha crecido la “información” que se tiene de ellos. La sensibilidad, defiende, es cada vez mayor, por la difusión de la prensa y el aumento del activismo femenino, pero también los focos de sospecha, como la mejora en las telecomunicaciones, las redes sociales o la mayor mezcla de población con el crecimiento de los núcleos urbanos palestinos.
Ashrawi confiesa que lleva desde noviembre sin poder tratar de nuevo el tema con el presidente Abbas. No ha habido avances. “Hay que enjuiciar a los perpetradores, someterlos a unas penas similares a las de los demás asesinatos y añadir los agravantes de parentesco, que hacen aún más terribles los crímenes”, insiste el CPDH.
La media de edad de las víctimas de los crímenes de honor es de 23 años
Un estudio elaborado por Phyllis Chesler, profesora emérita de Psicología del Richmond College de la Universidad de Nueva York, indica que, según el último informe delFondo de Población de Naciones Unidas, que data de 2000, se calcula que hay 5.000 mujeres muertas por crímenes de honor al año. Sin embargo, sólo en India o Pakistán ya se registran mil en cada uno, por lo que tanto Human Right Watch como Amnistía Internacional manejan como más acertada la cifra de 20.000, afinada por el periodista del The Independent Robert Fisk tras una investigación de campo que le llevó a cinco países en 2010.
Los casos se han “acelerado significativamente”, dice Chesler, desde 1989. La media de edad de las víctimas es de 23 años, aunque se dan dos grupos diferenciados: las adolescentes y las madres adultas. Algo más de la mitad son hijas o hermanas de su asesino y un cuarto son sus novias o esposas. Dos tercios de las asesinadas caen a manos de su familia de origen, sin intermediarios, y en un 42% de los casos hay múltiples autores. La mitad de las mujeres fueron torturadas, abunda el estudio: violaciones masivas como castigo de su falta de pureza, apedreamientos, golpes…. Priman los casos en los que las fallecidas fueron perseguidas por ser “demasiado occidentales” o resistirse a obedecer las expectativas culturales o religiosas de los suyos (58%); el resto son atentados contra su libertad sexual –relaciones no consentidas, extramatrimoniales, homosexualidad…-. Otro estudio, de la Universidad de Cambridge, constató el pasado junio que casi la mitad de los hombres y una quinta parte de las niñas de Jordania entienden que matar a una mujer que ha “deshonrado” a los suyos está “justificado”.
La tragedia está saltando también ya a Europa, Estados Unidos y Canadá, que están viendo cómo también en sus territorios se repite esta tradición mortal, sobre todo en emigrantes asiáticos y africanos de segunda y tercera generación. Sólo en el Reino Unido se dieron 12 muertes el pasado año y hasta se ha creado una unidad judicial contra matrimonios forzados. No es exclusivamente un fenómeno exportado. Como recuerda el informe de Naciones Unidas, hasta 1980 el código penal de Italia no recogió estas muertes como asesinatos y se liquidaban con bajas penas. Es otra forma, diferenciada y feroz, del general intento de sometimiento de la mujer en todo el mundo.
Publicado por Inspiración Femenina Tian

miércoles, 7 de mayo de 2014

EL DRAMA DE LOS ABUSOS SEXUALES EN LAS UNIVERSIDADES DE EE.UU.

Por Ana BCamponovo

La cultura mundial de abuso hacia las mujeres aflora con su fétido olor a descomposición social, educativa y sensible. Pone en evidencia una creencia que perdura desde hace algunos milenios: la mujer es un objeto de uso, de categoría inferior. Por su parte las mujeres, han incorporado esa creencia , y acostumbradas a la supervivencia y a cargar con la culpa y la vergüenza, no se atreven a denunciar, puesto que siempre ha habido expertos que han atribuido este tipo de actos a "borracheras y  promiscuidad", minimizando la gravedad de los mismos. 


Al parecer, ahora quieren cambiar algo. Vamos a ver si lo que no han conseguido hacer en el ejército y otras fuerzas que defienden el "orden y la paz mundial", lo consiguen con "la esperanza del futuro": los jóvenes universitarios.

El drama de los abusos sexuales en las universidades de EE. UU.

5 de mayo 2014 BBC Mundo 

La Casa Blanca estima que una de cada cinco mujeres es abusada sexualmente en las universidades. Muy pocas denuncian.

El drama de los abusos sexuales en las universidades de EE. UU.. En universidades como la de Iowa ha habido protestas por los abusos y las violaciones.

En universidades como la de Iowa ha habido protestas por los abusos y las violaciones. Foto: BBC.


En su primer año de universidad, cuando apenas tenía 18 años, la estadounidense de origen mexicano Jasmin Enríquez fue abusada sexualmente cerca del campus por alguien en quien confiaba.

Llena de susto, Jasmin no se atrevió a denunciar el incidente a las autoridades educativas y pensó que nadie le creería. "También tenía miedo de la persona que me había atacado", le dice a BBC Mundo desde California.

Hoy, Enríquez tiene 22 años, ya dejó su miedo atrás y ha decidido utilizar su historia para alertar sobre un problema que, según la Casa Blanca, afecta a una de cada cinco mujeres que van a la universidad en Estados Unidos. Sin embargo, se estima que sólo se reporta un pequeño porcentaje de los casos.

"Desafortunadamente esto les está ocurriendo a muchas más personas de las que creemos", opina Enríquez. "Pero ahora las sobrevivientes de violencia sexual están hablando más sobre sus experiencias y ya no es tanto un tabú".

El gobierno del presidente Barack Obama también quiere quitarle el velo a este asunto que tradicionalmente ha sido manejado con bajo perfil, y la semana pasada presentó su primer informe destinado a proteger a los estudiantes y poner fin a las violaciones.

Además, en una decisión inusual, el Departamento de Educación publicó una lista de las 55 universidades a las que está investigando por posibles violaciones de leyes federales en el manejo de quejas de abuso sexual. Entre ellas se encuentran prestigiosos centros educativos como Harvard, Princeton o las universidades de Boston y Chicago.

Enfrentar los hechos

"Las universidades tienen que enfrentar los hechos sobre los ataques sexuales", dijo el vicepresidente Joe Biden sobre el tema. "No se pueden hacer más los de la vista gorda ni pretender que no existe".

"Necesitamos darles a las víctimas el apoyo que necesitan, como un lugar confidencial al que acudir, y debemos llevar a los perpetradores a la justicia", continuó.

Para responder a ese problema universitario que el presidente Obama calificó como "totalmente inaceptable", el gobierno organizó a comienzos de año un equipo de trabajo que, tras varios meses de investigaciones, presentó la semana pasada el informe con el que pretende darles a las universidades herramientas adicionales para combatir los abusos sexuales.

Las medidas incluyen realizar encuestas para determinar la prevalencia de ataques en el campus universitario y las actitudes de los estudiantes, así como ayudas para prevenir el problema y enfrentarlo cuando suceda.

Para Jasmin Enriquez esta ayuda es importante, pues admite que ha escuchado muchas historias de víctimas que, como ella, no se atrevieron a denunciar el acoso.

"Incluso cuando consideraron hacerlo, ese miedo de que manejarán su caso mal o de que no fueran protegidas en un lugar seguro superó su deseo de reportarlo", le dice a BBC Mundo.

Además de colaborar con la Casa Blanca, Jasmin actualmente dirige un proyecto llamado Only With Consent, con el que espera frenar la violencia sexual fomentando relaciones que se basen en el consentimiento mutuo, así como ayudar a las víctimas a que entiendan que si son violadas no es por culpa de ellas. 

Las universidades

Algunas de las víctimas que han decidido publicar sus casos para generar más atención dicen que las universidades no siempre los resuelven de la mejor manera.

El informe del Departamento de Educación de la semana pasada, con los nombres de las 55 universidades bajo investigación, también sirvió para poner el énfasis en la labor que están realizando los centros educativos para combatir el problema.

Varias de las universidades han respondido a las críticas presentando los cambios que han puesto en marcha para cambiar la situación, como ampliar sus definiciones de abuso sexual, contratar a personas capacitadas para ayudar a los estudiantes y aumentar sus ofertas de apoyo y asesoramiento. También han lanzado proyectos para que los mismos estudiantes puedan reaccionar mejor si ven que se está cometiendo un abuso.

Para los centros educativos, así como para las autoridades, afrontar este problema se ha convertido en un reto importante y cada vez más público, que además no está exento de controversia.

Mientras algunas víctimas lo han descrito como una "epidemia", algunos comentaristas conservadores han preferido darle otro tono.

Heather MacDonald, del Instituto Manhattan para la Investigación Política, con sede en Nueva York, escribió a principios de año que la realidad en los campus "no es una epidemia de violaciones sino una cultura de parejas borrachas con cero revisiones normativas sobre el comportamiento promiscuo".

MacDonald, además, pone en tela de juicio la estadística de la Casa Blanca sobre el porcentaje de mujeres violadas, y dice que una tasa de este estilo "representaría una ola de crimen sin precedentes en la historia civilizada".

Para Jasmin Enríquez, no obstante, el abuso sexual es un tema fundamental que la ha afectado directamente y que quiere usar para ayudar a otras víctimas en situaciones similares.

"Con el paso de los años siempre me he sentido avergonzada de lo que me pasó", escribió recientemente en su blog. "Sentía que era una carga para mi familia, mis amigos y mi comunidad afrontar el tema de la violencia sexual que es tan común en nuestras comunidades".

"Hablé sobre el tema porque sentí que era mi responsabilidad, pero eso no vino sin noches en las que dudé o en las que me pregunté si estaba haciendo lo correcto".

Pero ahora afirma que el apoyo que ha sentido tras contar su historia le ha servido para seguir enfocada en su sueño: "generar una cultura de consentimiento para que menos personas se enfrenten a este horrible acto de violencia".

lunes, 5 de mayo de 2014

Una madrina para el ciberactivismo de África Occidental

http://elpais.com/elpais/2014/05/02/planeta_futuro/1399045967_297836.html


Anna Guèye es una persona casi anónima, una mujer que tuitea serena pero sistemáticamente desde la ciudad holandesa de La Haya. Es el contrapunto al estereotipo del exhibicionismo de las redes sociales, porque desde su perfil de Twitter, rodeada por un cierto halo de misterio, se ha convertido en un referente para algunos de los ciberactivistas más activos y dinámicos de África Occidental y de la esfera francófona del continente. Anna Gueye es para muchos de estos cibermilitantes un modelo y un ejemplo y, sin embargo, ella revela con cuentagotas sus datos personales, intenta mantenerse a la sombra en cualquier cosa que no sea su identidad virtual y se resiste a ser fotografiada. Visualmente, Anna Gueye es poco más que la foto de la cándida niña vestida de blanco que ostenta en sus perfiles en las redes sociales, pero simbólicamente es la madrina de los ciberactivistas de África Occidental.
Se ha ganado a pulso su reputación digital, a golpe de tuit, con una actividad frenética pero rigurosa y, más allá de la cantidad, con un tremendo grado de implicación en cualquier iniciativa de carácter social. Anna Gueye tuitea sobre temas diversos, pero la verdad es que es una auténtica adicta a las causas que tienen que ver con el África en la que hunde sus raíces, ya que a pesar de haber nacido en Francia es hija de un senegalés y una guineana. Empezó a construir su prestigio en elhashtag #Sidibouzid, en relación con la revuelta tunecina que se desarrolló a partir de diciembre de 2010. Pero su actividad más intensa se ha desarrollado en los hashtags más genuinamente relacionados con el ciberactivismo de África subsahariana.
Todo el abanico de causas
Primero, en #CIV2010, una etiqueta que basculó desde el debate político a la solidaridad directa (con su secuela #CivSocial) comorespuesta a la crisis que se abrió con los resultados de las elecciones presidenciales de Costa de Marfil en 2010. Se empleó a fondo en el hashtag #Sunu2012, durante los comicios presidenciales senegaleses de 2012 y ha mantenido el hilo en las diversas iniciativas puestas en marcha por los ciberactivistas de este país de África occidental. El presidente de la asociación de blogueros senegaleses, Basile Niane, la considera una tuitera “influyente” y “clarividente” y destaca su tremenda actividad; mientras que Cheikh Fall, uno de los ciberactivistas con más proyección de África Occidental, dice de Gueye que es “la reina de lacuración (clasificación, presentación y enriquecimiento de contenidos) de la información para África”.
Además de estos hilos de conversación, Gueye frecuenta los que tienen que ver con la libertad de expresión. Fue una de las tuiteras activas en la campaña #FreeMakaila, para protestar contra la expulsión de Makaila Ngueble, el bloguero chadiano disidente expulsado de Senegal. Y es una de las habituales en las campañas que se lanzan periódicamente para exigir la liberación del periodista sueco-eritreo, Dawit Isaak, encarcelado en Eritrea desde el año 2001. Así, la ciberactivista emplea a menudo el hashtag #FreeDawit u otros similares.
Todas estas acciones le han servido para que sea considerada por otros tuiteros como “la ministra encargada de la lucha contra los dictadores” de un supuesto gobierno de Twitter, e incluso algunos han reclamado su ayuda. Un tuitero malí pedía su colaboración para desplazar a otro dirigente contestado, en este caso el general golpista malí Amadou Sanogo. En todo caso, Anna Gueye se ha labrado este prestigio con mucho trabajo, su perfil de Twitter, una red a la se unió en junio de 2009, muestra que el pasado mes de abril superó ya los 200.000 mensajes emitidos y que cuenta con casi 9.000 seguidores, usuarios de la red de microblogging a los que llegan los contenidos compartidos por Gueye. Sin embargo, toda esta repercusión no se traduce en autocomplacencia. Anna Gueye señala que está demasiado implicada” en las iniciativas mencionadas y que “no tiene la suficiente perspectiva para valorar cuál ha sido la más exitosa”. Sin embargo, sí que se permite lamentarse parcialmente del resultado de #FreeMakaila: “Lamento que Makaila Nguebla no hubiese podido regresar a Senegal, aunque hubiese podido refugiarse en Francia”.
Confiada pero sin garantías
Anna Gueye está convencida de las posibilidades que pueden ofrecer las redes sociales en diferentes ámbitos, pero sobre todo en términos de gobernabilidad. “Como hemos visto”, explica Gueye, “en diversas crisis, las redes sociales acompañan a las reivindicaciones sociales ya que permiten lanzar consignas, coordinar manifestaciones, difundir las imágenes de la represión violenta y actúan, de esta manera, como contrapeso de los medios oficiales. Permiten igualmente un diálogo directo entre los políticos y los ciudadanos, como por ejemplo, los marfileños Guillaume Soro o Alain Lobognon. De esta manera, estos políticos pueden escuchar otras canciones que las de los cortesanos que les rodean”.
Aunque en este sentido, Gueye destaca especialmente la influencia que las redes sociales han tenido en el papel de la sociedad civil y los ciudadanos anónimos: “Permiten saber lo que piensan los internautas. Antes de las redes sociales nadie sabía qué pensábamos, nadie nos preguntaba nuestra opinión. Pero este fenómeno es igual en todo el mundo”. Así es cómo esta ciberactivista considera que el continente africano se equipara al resto del planeta. En todo caso, no está tan segura de que las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) vayan a ser el remedio para acabar con el desequilibrio entre África y Occidente: “En un estudio, Torero y Von Braun muestran que el acceso a las TIC dependen de los ingresos, la educación y los recursos y que la fractura digital forma parte de una fractura de desarrollo: el desarrollo económico provoca una utilización más intensa de las TIC y no a la inversa”.
Gueye tampoco está del todo segura del efecto directo de las TIC para fomentar el desarrollo: “El subdesarrollo de África se debe al hecho de que las materias primas no se transforman allí y que, por tanto, no hay empleos estables. No tengo respuesta sobre el efecto de las TIC en esta situación, pero los estudios nos dice que a pesar de la pobreza, la utilización de teléfonos móviles ha aumentado más rápidamente en África que en ningún otro lugar. Los operadores de telefonía móvil, que han invertido 90 mil millones de dólares en África, son las empresas más rentables en algunos países y están creando empleos. El oro, el tantalio, el estaño y el tungsteno, se utilizan en la fabricación de los teléfonos móviles y de otros aparatos relacionados con las TIC (por eso, se dice que los teléfonos móviles financian la guerra en la RD Congo). Zambia y la RD Congo proveen el material utilizado en más de la mitad de las baterías recargables de litio-ion del mundo. Las TIC se pueden usar en agricultura para formar e informar a los productores y las productoras, en telemedicina y en el acceso a la educación”.
Del interés personal al uso comprometido
Con estas convicciones Anna Gueye es una usuaria convencida de las TIC desde la generalización del uso de la informática. Asegura que empezó a utilizarlas por cuestiones prácticas: "Como traductora, estoy obligada a estar al tanto de la evolución del lenguaje, sobre todo teniendo en cuenta que ya no vivo en Francia, principalmente leer la prensa y la web es un instrumento excelente. Twitter me permite seguir la actualidad o me obliga a seguirla. También es, de alguna manera, un ejercicio de archivo de artículos”.
Para Gueye las redes sociales son además un elemento fundamental para mantener el vínculo con sus orígenes africanos y, por otro lado, le ofrece la posibilidad de ser una usuaria influyente a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia del continente africano. “Lo que está bien de estos fenómenos virtuales es que nadie sabe desde dónde se tuitea o se escribe un blog. No es importante si el usuario es parte de la diáspora o no, lo que cuenta es la implicación. Por el contrario, las TIC permiten a la diáspora estar informada en tiempo real sobre los temas sobre los que antes hacían falta horas o días para enterarse”.
Esta traductora y tuitera compulsiva, que guarda celosa sus datos personales “por cuestiones laborales” a pesar de que considera que no hay gran diferencia entre su identidad virtual y su identidad “real”, se muestra confiada en el futuro de las redes sociales: “El último proyectoAfrictivistes se ha puesto como objetivo reunir a los cibermilitantes para compartir experiencias y ayudarse entre sí ante las crisis que están por venir. Y, por qué no, uno de los puntos de encuentro puede ser la lucha conjunta contra injusticias como la violación de mujeres como arma de guerra en la RD Congo o la situación de los negros en Mauritania”.
Con este espíritu, Anna Gueye ha explotado diversos canales, desde la red de microblogging Twitter, los blogs, las herramientas on line de compilación de información, las comunidades de periodismo ciudadano o las publicaciones on line. La que Basile Niane llamaba en agosto de 2012 “la mujer de los 145.000 tuits” se ha convertido ya no sólo en la mujer de los más de 200.000 tuits, sino en la mujer de los más de 200.000 tuits comprometidos y de las innumerables causas de ciberactivismo, por eso Anna Gueye continua siendo un espejo, un modelo y un referente para los cibermilitantes de África Occidental.
Los elementos de la identidad digital de Anna Gueye:
Twitter.
Google+.
Scoop.it (Revue de presse “Afrique”).
Blog personal (para la publicación de fotos).
- Publicaciones en Rue89 y en Minorités.
- Impulsora de una web de información contributiva en Francia.
Publicado por Inspiración Femenina Tian