Por: Inspiración Femenina
La rutina de Lucía Aquino Cuenca comienza al alba. Lo primero, dejar
preparado el desayuno para sus hijos de 3 y 6 años. Luego, una ducha
fría y a ordenar su vestimenta de trabajo: botas, pantalones cargo, una
camiseta holgada, guantes y un sombrero. Lucía tiene por delante una
jornada de sol a sol con una temperatura promedio de 40° grados haciendo
lo que ama: trabajar en el mantenimiento de caminos rurales.
Despacio, hombres y mujeres trabajando
dice el cartel colocado en la cuneta de una ruta de tierra roja en el
departamento de Caaguazú, en Paraguay. Detrás, Lucía y sus compañeros,
muchos de ellos también mujeres, abren canaletas, empujan carretas y
limpian la vegetación. “Antes trabajaba en una casa de familia pero me
siento mejor aquí”, dice.
Al igual que Lucía, son cada vez más mujeres las que se animan a
irrumpir en sectores tradicionalmente reservado para hombres, y el
mantenimiento de carreteras en América Latina ha sido uno de ellos. Poco
a poco, las empresas incluyen a mujeres en su nómina de empleados
destinados a los trabajos más duros, algo que los expertos denominan
“cuota de género”.
Así, casi un 30% de las microempresas que trabajan en un proyecto de
mantenimiento de la red vial en Paraguay, son mujeres que obtienen por
primera vez un salario por estas labores y trabajan mano a mano con los
hombres. Otro caso emblemático es el de empresas comunitarias dedicadas
al mantenimiento rutinario de carreteras en la región de Puno, en Perú,
que están conformadas por un 28% de mujeres.
En ambos casos, se aseguró que las mujeres no desempeñaran labores
tradicionalmente femeninas como servir comida y bebida a sus compañeros
hombres. “Por más duro que parezca no es difícil. Simplemente hay que
tener ganas de estar en este tipo de trabajo”, afirma Yuri Ibáñez, de la
microempresa Paz y Fuerza que rehabilita rutas en Perú.
“Las mujeres fueron entrenadas para realizar las mismas tareas que
sus colegas hombres”, asevera María Margarita Nuñez, experta en
infraestructura del Banco Mundial.
En palabras de la especialista, ese ingreso que perciben las mujeres
que trabajan en rutas lo utilizan principalmente para la educación,
alimentación y salud de sus hijos, la mejora y el mantenimiento de sus
hogares. “Lo más importante es que esto es el sustento para mi familia.
Si mis hijos están enfermos tengo una farmacia que me da a crédito y yo
tengo con qué pagar los medicamentos cuando llega fin de mes”, añade
Lucía.
“El rendimiento de las microempresas ha ido en aumento desde la
incorporación de mujeres, ya que, en palabras de sus compañeros
masculinos, son más detallistas y poseen una buena ética de trabajo, es
decir, llegan puntuales y no faltan al trabajo”, explica Nuñez.
“Bajo este ambiente, los hombres se ven alentados a ser más
responsables, y por tanto, su rendimiento y el de las microempresas como
un todo también han aumentado”, agrega la experta.
El Banco Mundial ha sido pionero en la inclusión de las mujeres en los
proyectos de infraestructura, particularmente en el sector de transporte, a través de programas de caminos rurales en el Perú.
Diferencias salariales
Tal como se refleja en el
Informe de Desarrollo Mundial del 2012, la igualdad de género no es solo imprescindible desde un punto de vista ético, también es económicamente provechosa.
En los últimos 20 años, unas 70 millones de latinoamericanas, muchas
de ellas con pico y pala en mano, se unieron al mercado laboral, y por
sí solo, su ingreso redujo la pobreza extrema de la región en un 30%. De
acuerdo a diversas estimaciones, al mostrarse menos vulnerables
respecto a los hombres, durante la crisis financiera de 2008-2009 las
mujeres tuvieron un papel crucial en la conformación del desarrollo de
la región en la última década.
Entre 1990 y 2007 las tasas de participación femenina en el mercado
laboral aumentaron más de 15 puntos porcentuales, de acuerdo a la
CEPAL.
Además, en momentos de caída en los sueldos y falta de estabilidad
laboral de los hombres hacen que la mujer, en muchos hogares, sea la
principal proveedora de ingresos.
Sin embargo, aún hoy continúan las barreras y desigualdades, en especial cuando de salarios se trata.
Al comparar hombres y mujeres de la misma edad y del mismo nivel
educativo, los hombres ganan en promedio un 17% más que las mujeres en
América Latina. Si bien la brecha salarial ha venido cayendo en los
últimos años, lo ha hecho a un ritmo aún lento de acuerdo a
un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En los casos de Perú y Paraguay, la diferencia es del 12% y el 11%, aproximadamente.
Pese a tener más años de educación que los hombres, las mujeres
latinoamericanas aún se concentran en ocupaciones peor remuneradas como
la enseñanza, la salud o el sector servicios. De hecho, según un
reciente
informe del Banco Mundial,
un 75% de los docentes en escuelas primarias son mujeres y el salario
mensual es entre 10 y 50% más bajo que el de los demás profesionales
“equivalentes”.