Por Ana BCamponovo
En su primer año de universidad, cuando apenas tenía 18 años, la estadounidense de origen mexicano Jasmin Enríquez fue abusada sexualmente cerca del campus por alguien en quien confiaba.
Llena de susto, Jasmin no se atrevió a denunciar el incidente a las autoridades educativas y pensó que nadie le creería. "También tenía miedo de la persona que me había atacado", le dice a BBC Mundo desde California.
Hoy, Enríquez tiene 22 años, ya dejó su miedo atrás y ha decidido utilizar su historia para alertar sobre un problema que, según la Casa Blanca, afecta a una de cada cinco mujeres que van a la universidad en Estados Unidos. Sin embargo, se estima que sólo se reporta un pequeño porcentaje de los casos.
"Desafortunadamente esto les está ocurriendo a muchas más personas de las que creemos", opina Enríquez. "Pero ahora las sobrevivientes de violencia sexual están hablando más sobre sus experiencias y ya no es tanto un tabú".
El gobierno del presidente Barack Obama también quiere quitarle el velo a este asunto que tradicionalmente ha sido manejado con bajo perfil, y la semana pasada presentó su primer informe destinado a proteger a los estudiantes y poner fin a las violaciones.
Además, en una decisión inusual, el Departamento de Educación publicó una lista de las 55 universidades a las que está investigando por posibles violaciones de leyes federales en el manejo de quejas de abuso sexual. Entre ellas se encuentran prestigiosos centros educativos como Harvard, Princeton o las universidades de Boston y Chicago.
Enfrentar los hechos
"Las universidades tienen que enfrentar los hechos sobre los ataques sexuales", dijo el vicepresidente Joe Biden sobre el tema. "No se pueden hacer más los de la vista gorda ni pretender que no existe".
"Necesitamos darles a las víctimas el apoyo que necesitan, como un lugar confidencial al que acudir, y debemos llevar a los perpetradores a la justicia", continuó.
Para responder a ese problema universitario que el presidente Obama calificó como "totalmente inaceptable", el gobierno organizó a comienzos de año un equipo de trabajo que, tras varios meses de investigaciones, presentó la semana pasada el informe con el que pretende darles a las universidades herramientas adicionales para combatir los abusos sexuales.
Las medidas incluyen realizar encuestas para determinar la prevalencia de ataques en el campus universitario y las actitudes de los estudiantes, así como ayudas para prevenir el problema y enfrentarlo cuando suceda.
Para Jasmin Enriquez esta ayuda es importante, pues admite que ha escuchado muchas historias de víctimas que, como ella, no se atrevieron a denunciar el acoso.
"Incluso cuando consideraron hacerlo, ese miedo de que manejarán su caso mal o de que no fueran protegidas en un lugar seguro superó su deseo de reportarlo", le dice a BBC Mundo.
Además de colaborar con la Casa Blanca, Jasmin actualmente dirige un proyecto llamado Only With Consent, con el que espera frenar la violencia sexual fomentando relaciones que se basen en el consentimiento mutuo, así como ayudar a las víctimas a que entiendan que si son violadas no es por culpa de ellas.
Las universidades
Algunas de las víctimas que han decidido publicar sus casos para generar más atención dicen que las universidades no siempre los resuelven de la mejor manera.
El informe del Departamento de Educación de la semana pasada, con los nombres de las 55 universidades bajo investigación, también sirvió para poner el énfasis en la labor que están realizando los centros educativos para combatir el problema.
Varias de las universidades han respondido a las críticas presentando los cambios que han puesto en marcha para cambiar la situación, como ampliar sus definiciones de abuso sexual, contratar a personas capacitadas para ayudar a los estudiantes y aumentar sus ofertas de apoyo y asesoramiento. También han lanzado proyectos para que los mismos estudiantes puedan reaccionar mejor si ven que se está cometiendo un abuso.
Para los centros educativos, así como para las autoridades, afrontar este problema se ha convertido en un reto importante y cada vez más público, que además no está exento de controversia.
Mientras algunas víctimas lo han descrito como una "epidemia", algunos comentaristas conservadores han preferido darle otro tono.
Heather MacDonald, del Instituto Manhattan para la Investigación Política, con sede en Nueva York, escribió a principios de año que la realidad en los campus "no es una epidemia de violaciones sino una cultura de parejas borrachas con cero revisiones normativas sobre el comportamiento promiscuo".
MacDonald, además, pone en tela de juicio la estadística de la Casa Blanca sobre el porcentaje de mujeres violadas, y dice que una tasa de este estilo "representaría una ola de crimen sin precedentes en la historia civilizada".
Para Jasmin Enríquez, no obstante, el abuso sexual es un tema fundamental que la ha afectado directamente y que quiere usar para ayudar a otras víctimas en situaciones similares.
"Con el paso de los años siempre me he sentido avergonzada de lo que me pasó", escribió recientemente en su blog. "Sentía que era una carga para mi familia, mis amigos y mi comunidad afrontar el tema de la violencia sexual que es tan común en nuestras comunidades".
"Hablé sobre el tema porque sentí que era mi responsabilidad, pero eso no vino sin noches en las que dudé o en las que me pregunté si estaba haciendo lo correcto".
Pero ahora afirma que el apoyo que ha sentido tras contar su historia le ha servido para seguir enfocada en su sueño: "generar una cultura de consentimiento para que menos personas se enfrenten a este horrible acto de violencia".
La cultura mundial de abuso hacia las mujeres aflora con su fétido olor a descomposición social, educativa y sensible. Pone en evidencia una creencia que perdura desde hace algunos milenios: la mujer es un objeto de uso, de categoría inferior. Por su parte las mujeres, han incorporado esa creencia , y acostumbradas a la supervivencia y a cargar con la culpa y la vergüenza, no se atreven a denunciar, puesto que siempre ha habido expertos que han atribuido este tipo de actos a "borracheras y promiscuidad", minimizando la gravedad de los mismos.
Al parecer, ahora quieren cambiar algo. Vamos a ver si lo que no han conseguido hacer en el ejército y otras fuerzas que defienden el "orden y la paz mundial", lo consiguen con "la esperanza del futuro": los jóvenes universitarios.
El drama de los abusos sexuales en las universidades de EE. UU.
5 de mayo 2014 BBC Mundo
La Casa Blanca estima que una de cada cinco mujeres es abusada sexualmente en las universidades. Muy pocas denuncian.
En universidades como la de Iowa ha habido protestas por los abusos y las violaciones. Foto: BBC.
En su primer año de universidad, cuando apenas tenía 18 años, la estadounidense de origen mexicano Jasmin Enríquez fue abusada sexualmente cerca del campus por alguien en quien confiaba.
Llena de susto, Jasmin no se atrevió a denunciar el incidente a las autoridades educativas y pensó que nadie le creería. "También tenía miedo de la persona que me había atacado", le dice a BBC Mundo desde California.
Hoy, Enríquez tiene 22 años, ya dejó su miedo atrás y ha decidido utilizar su historia para alertar sobre un problema que, según la Casa Blanca, afecta a una de cada cinco mujeres que van a la universidad en Estados Unidos. Sin embargo, se estima que sólo se reporta un pequeño porcentaje de los casos.
"Desafortunadamente esto les está ocurriendo a muchas más personas de las que creemos", opina Enríquez. "Pero ahora las sobrevivientes de violencia sexual están hablando más sobre sus experiencias y ya no es tanto un tabú".
El gobierno del presidente Barack Obama también quiere quitarle el velo a este asunto que tradicionalmente ha sido manejado con bajo perfil, y la semana pasada presentó su primer informe destinado a proteger a los estudiantes y poner fin a las violaciones.
Además, en una decisión inusual, el Departamento de Educación publicó una lista de las 55 universidades a las que está investigando por posibles violaciones de leyes federales en el manejo de quejas de abuso sexual. Entre ellas se encuentran prestigiosos centros educativos como Harvard, Princeton o las universidades de Boston y Chicago.
Enfrentar los hechos
"Las universidades tienen que enfrentar los hechos sobre los ataques sexuales", dijo el vicepresidente Joe Biden sobre el tema. "No se pueden hacer más los de la vista gorda ni pretender que no existe".
"Necesitamos darles a las víctimas el apoyo que necesitan, como un lugar confidencial al que acudir, y debemos llevar a los perpetradores a la justicia", continuó.
Para responder a ese problema universitario que el presidente Obama calificó como "totalmente inaceptable", el gobierno organizó a comienzos de año un equipo de trabajo que, tras varios meses de investigaciones, presentó la semana pasada el informe con el que pretende darles a las universidades herramientas adicionales para combatir los abusos sexuales.
Las medidas incluyen realizar encuestas para determinar la prevalencia de ataques en el campus universitario y las actitudes de los estudiantes, así como ayudas para prevenir el problema y enfrentarlo cuando suceda.
Para Jasmin Enriquez esta ayuda es importante, pues admite que ha escuchado muchas historias de víctimas que, como ella, no se atrevieron a denunciar el acoso.
"Incluso cuando consideraron hacerlo, ese miedo de que manejarán su caso mal o de que no fueran protegidas en un lugar seguro superó su deseo de reportarlo", le dice a BBC Mundo.
Además de colaborar con la Casa Blanca, Jasmin actualmente dirige un proyecto llamado Only With Consent, con el que espera frenar la violencia sexual fomentando relaciones que se basen en el consentimiento mutuo, así como ayudar a las víctimas a que entiendan que si son violadas no es por culpa de ellas.
Las universidades
Algunas de las víctimas que han decidido publicar sus casos para generar más atención dicen que las universidades no siempre los resuelven de la mejor manera.
El informe del Departamento de Educación de la semana pasada, con los nombres de las 55 universidades bajo investigación, también sirvió para poner el énfasis en la labor que están realizando los centros educativos para combatir el problema.
Varias de las universidades han respondido a las críticas presentando los cambios que han puesto en marcha para cambiar la situación, como ampliar sus definiciones de abuso sexual, contratar a personas capacitadas para ayudar a los estudiantes y aumentar sus ofertas de apoyo y asesoramiento. También han lanzado proyectos para que los mismos estudiantes puedan reaccionar mejor si ven que se está cometiendo un abuso.
Para los centros educativos, así como para las autoridades, afrontar este problema se ha convertido en un reto importante y cada vez más público, que además no está exento de controversia.
Mientras algunas víctimas lo han descrito como una "epidemia", algunos comentaristas conservadores han preferido darle otro tono.
Heather MacDonald, del Instituto Manhattan para la Investigación Política, con sede en Nueva York, escribió a principios de año que la realidad en los campus "no es una epidemia de violaciones sino una cultura de parejas borrachas con cero revisiones normativas sobre el comportamiento promiscuo".
MacDonald, además, pone en tela de juicio la estadística de la Casa Blanca sobre el porcentaje de mujeres violadas, y dice que una tasa de este estilo "representaría una ola de crimen sin precedentes en la historia civilizada".
Para Jasmin Enríquez, no obstante, el abuso sexual es un tema fundamental que la ha afectado directamente y que quiere usar para ayudar a otras víctimas en situaciones similares.
"Con el paso de los años siempre me he sentido avergonzada de lo que me pasó", escribió recientemente en su blog. "Sentía que era una carga para mi familia, mis amigos y mi comunidad afrontar el tema de la violencia sexual que es tan común en nuestras comunidades".
"Hablé sobre el tema porque sentí que era mi responsabilidad, pero eso no vino sin noches en las que dudé o en las que me pregunté si estaba haciendo lo correcto".
Pero ahora afirma que el apoyo que ha sentido tras contar su historia le ha servido para seguir enfocada en su sueño: "generar una cultura de consentimiento para que menos personas se enfrenten a este horrible acto de violencia".
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