Por Inspiración Femenina
Hace una semana publicábamos una entrada sobre cómo la mujer ha sido utilizada como arma de guerra. Ayer, en el blog del pais Planeta Futuro, se publicaba una conmovedora ilustracion de lo que está sucediendo en el Congo con sus mujeres, y como están siendo utilizadas como campo de batlla.
La reportera congoleña Caddy Adzuba ha realizado un video en el que relfexiona y explica las causas que hay detrás de esta guerra y de la utilización de sus mujeres como armas de combate.
Aqui os cmpartimos este video:
Y aqui os dejamos la noticia del Blog Planeta Futuro:
La violación como arma de guerra
Las guerrillas de la RDC han usado el cuerpo de las mujeres para destruir la sociedad
El relato anterior lo cuenta la periodista Caddy Adzuba en
un vídeo de la artista Ouka Leele. Y no acaba ahí. La mujer y los niños
fueron trasladados al bosque, donde permanecieron semanas. Ella, tras
días sin verlos, preguntó por sus hijos. Los soldados le lanzaron una
bolsa con cinco cráneos a modo de respuesta. “¿Por qué?”. Es lo que se
preguntó esta víctima y también el título de la obra de Leele (PourQuoi?),
que pretende concienciar de las atrocidades que se han sucedido en el
este del país desde hace dos décadas a cuenta de la explotación de los
minerales.
En la RDC hay quien dice que cuando Dios estaba haciendo el
mundo dejó esta zona para el final y lo sembró de todo lo que le
sobraba: oro, diamantes, madera, petróleo y el apreciado coltán,
indispensable para toda la tecnología que usamos (móviles, ordenadores,
tabletas). Es la explicación que daba la abuela de Papy Sylvain Nsala
para argumentar la enorme riqueza natural del país, tal y como cuenta
este sociólogo congoleño. El pasado martes compartió mesa con Leele en
una charla sobre el conflicto de la RDC en el Círculo de Bellas Artes de
Madrid, donde ha estado expuesta la obra de la artista hasta hace unos días.
¿Por qué? Se cuestiona Leele. ¿Por qué? Le preguntaba la
mujer a los soldados. La explicación es tan bárbara como el resto de la
historia: “Has estado comiendo carne todo este tiempo, no pensarías que
íbamos a cazar para ti”. Cuando pidió que la matasen para acabar con el
sufrimiento se negaron. “Sería demasiado fácil para ella”, reflexiona
Adzuba.
Pero si la pregunta es por qué ese ensañamiento contra
alguien que estaba tranquilamente en su casa con su familia, que no
había participado en conflicto alguno ni conocía de nada a aquellos
hombres que irrumpieron en su hogar, la respuesta es otra. Se estima que
más de medio millón de mujeres han sido violadas en la RDC en los
últimos 20 años (el 70% en sus domicilios), una cifra que convive con
otras igualmente trágicas: más de seis millones de muertos y tres
millones de desplazados. Desde el genocidio en Ruanda en 1994, el país
vecino vive en un estado de conflicto prácticamente permanente, alentado
según la ONU por la propia Ruanda, que se beneficia de un barato
expolio de sus recursos naturales: la zona está sembrada de suculentos
intereses para empresas y países de todo el mundo. El pasado noviembre, los rebeldes del M23, la principal guerrilla, proclamó el alto el fuego, pero existen decenas de grupos menores que continúan luchando.
Esto sigue sin explicar por qué son ellas las que pagan el
pato. Según Nsala, desde la crisis de los noventa, es ella la que
comenzó a sacar adelante la sociedad. Era responsable de la familia y de
la economía. “Las guerrillas saben que si quieren destruir a un pueblo
tienen que destruir a la mujer primero”, relata.
El sufrimiento no acaba en la violación. Ni siquiera en las
secuelas físicas que deja de por vida, ya que introducen en la vagina
cuchillos, trapos sucios, objetos infectados, piedras… Sigue después
porque una violación es un tabú para la sociedad, que le da la espalda a
quien la ha sufrido, incluido su marido, que no suele soportar tal mancha ni se arriesga a contagiarse de las probables enfermedades de transmisión sexual que su pareja ha contraído.
El fenómeno no es nuevo. El conflicto de Ruanda ya dejó
entre 250.000 y 500.000 mujeres violadas. Anteriormente a esta guerra,
las agresiones sexuales se consideraban prácticamente un daño colateral,
según explicó Alicia Cebada, profesora titular de Derecho Internacional
Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Carlos III, que
participó en la mesa redonda junto a Nsala y Leele. Pero esta sangría
sirvió para concienciar a la comunidad internacional. En el año 2000, el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó su resolución 1325,
que insta a la protección de las mujeres y niñas en los conflictos y a
la inclusión de una perspectiva de género en los mecanismos de
prevención, gestión y resolución de los mismos. Pero como se constata en
el caso del Congo, no siempre se cumple. Por eso, la activista Caddy
Adzuba está recogiendo firmas para instar a la comunidad internacional a que se cumpla.
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