Por Clara Restrepo
Es así como hemos descubierto algunas vidas desconocidas detrás de
los rostros de tres mujeres. Solo nos queda pensar en las miles de fotos que
vemos diariamente de las luchas armadas a lo largo del planeta, las
guerrilleras colombianas, las mujeres kurdas que luchan contra el estado
Islámico, las madres palestinas que lloran sobre los ataúdes de sus hijos y nos
preguntamos: Tendremos que esperar 100 años para reconocer sus identidades y
crear una fundación humanitaria? O podemos hacer algo aquí y ahora par mejorar
las condiciones de vida de las mujeres que sufren los conflictos de la guerra.
LA HISTORIA DETRÁS DE UNA IMAGEN
Preparando una nota cultural para Comunicaciones Tian, nos hemos
encontrado una foto… Una mujer, joven, hermosa, que sonríe, tiene un fusil y
lleva vestimentas de invierno, en el fondo, otros hombres con fusiles y las
montañas de los Alpes italianos…
Y bien dicen “una imagen vale más que mil palabras”, porque esta
foto, me trae a la memoria, otras fotos, de mujeres, que todos hemos visto y
nos han conmovido, pero que desconocemos sus historias, sus vidas, sus amores,
sus ilusiones, sus ideales.
Mujeres todas ellas:
La joven afgana de los ojos verdes… ¿Sabemos cómo se llama?, ¿quién
era? ¿La ¿casaron?... ¿a qué edad?... ¿tuvo acceso a los estudios?...
La niña que corre quemada por el napalm en la guerra de Vietnam…
¿Qué fue de ella?
¿Sanaron sus heridas?
Le quedaron cicatrices en su pequeño cuerpecito más allá de las
que una guerra deja en el alma?
Y si… así podríamos seguir enumerando fotos de mujeres anónimas
que se han convertido en símbolos de nuestra humanidad, desconociendo sus
historias. Mujeres, madres, hijas, esposas, hermanas, o simplemente niñas que
caminaban por sus poblados o huían de la guerra cuando son encontradas por un
lente de cualquier fotógrafo oportunista…
La niña de los ojos verdes, se llama Sharbat Gula, afgana de la
etnia Pashtún quien debido a la guerra de Afganistán se vio obligada a huir
rumbo a Pakistán hacia un campo de refugiados en donde fue fotografiada por
Steve McCurry de National Geographic. Sharbat Gula fue fotografiada cuando
tenía 12 años en junio de 1984, durante la guerra de Afganistán del 1978 al
1992, su foto fue publicada en la portada de National Geographic en junio de
1985, y se convirtió en una de las más famosas de la revista. Sharbat se casó a
los trece años, poco después de la famosa fotografía, tuvo cuatro hijas de las
cuales una falleció, volvió a Afganistán en 1992 y vive en una remota aldea de
Afganistán.
Después de 17 años, en el 2002–un poco tarde nos parece- el
fotógrafo viaja de nuevo a Afganistán en busca de la “joven perdida”, su
historia fue contada en un documental para la televisión, y la sociedad que
publica la revista creó en su honor una organización caritativa llamada Afghan
Girls Fund, que ayudaba al desarrollo y creación de oportunidades educativas
para las niñas y mujeres afganas. En 2008 este proyecto creció para ayudar
también a niños y pasó a llamarse Afghan Children´s Fund.
Y como suele decirse: “agua pasada no mueve molino”, la hipocresía
de nuestra sociedad a veces pasa por límites que no alcanzamos a imaginar.
Esperar 17 años… en la vida de un ser, en la vida de una mujer, en un país no
muy amigo del sexo femenino, para crear una fundación de ayuda a las niñas… si
en lugar de eso se le hubiera dado una ayuda en el momento preciso, quizás esta
mujer no habría tenido que pasar por el martirio de verse casada a los 13 años,
de ver morir una hija – desconocemos las circunstancias- y de tener que ser
refugiada de la guerra por muchos otros más.
Phan Thị Kim Phúc, es la niña del napalm, fotografía tomada por Nick Ut que le dio la
vuelta al mundo y fue galardonada con el premio Pulitzer. El 8 de junio de
1972, durante la guerra de Vietnam, un avión estadounidense lanzó una bomba de
napalm en la zona de la población de Trang Bang. Allí se encontraba Kim Phuc
con su familia. La niña de apenas nueve años, fue gravemente quemada, y corrió
fuera de la población quitándose los restos de su ropa en llamas. En ese
momento, el fotógrafo Nick Ut tomó la fotografía y enseguida, llevó a la niña al
hospital y ella permaneció allí durante 14 meses, y sería sometida
posteriormente a 17 operaciones de injertos de piel. Cuando regresó a casa, Kim
esperaba ser "una niña normal" y estudiar la carrera de medicina,
pero el gobierno vietnamita la obligó a dejar la escuela por considerarla
"un símbolo nacional de la guerra".
En 1986, Phuc obtuvo la licencia para viajar a estudiar a la
Universidad de la Habana donde comenzó sus estudios en las lenguas del inglés y
el español. Allí conoció a un compañero vietnamita, Bui Huy Toan, con quien más
tarde se casó y tuvo dos hijos. Al
planear su luna de miel a Moscú, en 1992, cuando el avión hizo escala en
Ontario, Canadá, la pareja decidió quedarse allí inesperadamente, tan sólo
"confiando en Dios" y solicitó asilo político el cuál le fue
concedido.
Después de haber evitado hablar públicamente sobre el incidente en
Vietnam, en 1996 fue invitada a participar en una ceremonia del Día de los
Veteranos en Estados Unidos, y ella asistió expresando su perdón a los soldados
que habían participado en la guerra. En 1997, Phuc fundó la Fundación Kim Phuc,
que tiene como misión ayudar a los niños víctimas de la guerra; y ese mismo año
fue nombrada embajadora de la Buena Voluntad de la UNESCO. Kim aun tiene
contacto frecuente con el fotógrafo Nick Ut, con quien comparte una amistad.
En cuanto a la bella partisana, su nombre es Prosperina Vallet,
italiana de valle D’ Aosta, la foto fue tomada en los Alpes italianos cuando
intentaban llegar a Francia cuando ella tenía 33 años y junto con su esposo se
unieron a la Resistencia. La foto se ha convertido en un símbolo del valor de
las mujeres partisanas y las copias eran lanzadas desde los aviones aliados
para dar fuerza y valor a los soldados. Ella estuvo sin ser reconocida por mas
de 67 años hasta que en el 2011 dos mujeres una investigadora y una periodista
deciden buscar la identidad de la bella partisana. Es así como logran ponerse
en contacto con sus hijas que aún viven quienes reconocen en la mujer de la
foto a su madre. Es a través de ellas que se puede reconstruir su historia,
Prosperina vivió hasta los 87 años,
era cocinera, y después de la guerra regresa a Italia, a su pueblo y junto con
su marido trabajaron en un pequeño restaurante, sus hijas la recuerdan como una
mujer determinada y valiente.
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