Por Ana Barrios
En este tierno y áspero mundo en el que vivimos, los calendarios ya casi no tienen huecos para recordarnos aspectos olvidados de una humanidad que, aunque nos avergüenza, habitamos en cuerpo y alma. Hoy es el día de las niñas. Algunos humanos dirán que esto es sexismo, algo innecesario… y que por qué no dejar solamente el “Día del niño” ya que, aún siendo una mentira, al menos representa la posibilidad de aumentar los índices de consumo para enriquecer a los mismos de siempre -sic-. Lo cierto es que la ignorancia es tan vasta –aún más vasta que la indiferencia–, que desconoce lo que implica “nacer niña” en el concierto de humanidad.
Detrás de los ojos de nuestras lectoras hay una niña que recuerda su propia infancia, la de sus hermanas, la de su madre, la de su abuela y bisabuela… Detrás de los ojos de nuestros lectores hay un niño que tuvo hermanas y una madre que fue niña, e incluso, hijas que reclaman a ese niño-papá que habita en ese inasible mundo inmaterial. Evocaciones de las más diversas surgen a partir de tener a flor de piel la infancia. No es el aferrarse al “Paraíso perdido” ni “al infierno conocido”, es rescatar la sensibilidad y la inocencia que alberga ese particular estado de consciencia llamado infancia.
Cuando nos roban la infancia poniéndonos el anhelo de ser grandes, nos roban la inocencia. Mayor es el despojo que como humanidad hacemos en esos sitios del mundo donde no hay lugar para la infancia, donde se nace adulto, y en los que se cuida sólo a los varones dándoles alimentos, estudios y oportunidades. Les invitamos a recordar en imágenes y cifras la desigual situación que hay en el planeta entre niñas y niños.
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